Por Daniel Santana
El senador Antonio Marte declaró públicamente en televisión que el director de SENASA, doctor Santiago Hazim, “nunca le falló” cuando le solicitaba resolver deudas hospitalarias de personas allegadas.
Detrás de esta frase, aparentemente inofensiva, se esconde una verdad dolorosa: el Estado dominicano sigue atrapado en un sistema clientelista, donde las instituciones públicas se utilizan como caja chica para favores políticos, para resolver “casos puntuales” de los amigos del poder, mientras millones de dominicanos permanecen en la miseria y el abandono.
La realidad del pueblo pobre
Como todos saben, las coberturas médicas tienen límites. Un paciente con enfermedades terminales puede exceder la cobertura del seguro, quedando sus familiares obligados a endeudarse, empeñar lo poco que tienen o buscar ayuda política. Si no pagan, el enfermo puede quedar retenido en un hospital como si fuera un rehén de la pobreza.
En ese escenario, SENASA, el seguro oficial del país, termina sometido a llamadas de políticos, presiones partidarias, amiguismos y hasta tráfico de influencias. Lo que debería ser una política de salud universal se transforma en un espacio de corrupción encubierta.
Un patrón histórico que se repite
No es la primera vez que el Estado dominicano se usa como una herramienta clientelar. Desde los tiempos de Balaguer, pasando por la era de los gobiernos reformistas y populistas, hemos visto cómo las instituciones públicas se convierten en “bancos paralelos” para los amigos del poder.
Los mismos vicios de antaño siguen vigentes: privilegios para unos pocos, miseria para las mayorías.
Hoy, el caso de SENASA y las declaraciones del senador Antonio Marte son solo un botón de muestra del gran traje de la corrupción estructural que viste a la República Dominicana desde hace décadas.
La gran pregunta sin respuesta
Si cada vez que el senador llamaba, el doctor Hazim respondía, ¿de dónde salía el dinero para cubrir esas deudas? Aunque no seamos contadores públicos (CPA), la respuesta parece obvia: de los fondos de SENASA, es decir, del dinero del pueblo dominicano.
El pueblo cansado
La Procuraduría General de la República (PGR) tiene ahora en sus manos una tarea compleja: auditar estas “ayudas” y determinar si fueron actos de solidaridad institucional o corrupción disfrazada. Pero la experiencia histórica nos enseña que ni la PGR, ni las comisiones de investigación, ni los mismos partidos políticos han dado nunca respuestas reales a un pueblo cansado de corrupción.
El tiempo pasa, los gobiernos cambian, los funcionarios rotan… pero la corrupción clientelista sigue siendo la misma enfermedad crónica que carcome los cimientos de nuestra democracia.