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EL PERIODISMO NO SE USURPA, SE DEFIENDE

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Por Daniel Santana
El periodismo dominicano atraviesa un momento de profunda reflexión. Mientras algunos grupos internos intentan manipular el destino del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), la esencia misma de la profesión se ve amenazada por una mal calculada usurpación del periodismo, disfrazada de poder gremial.

No se trata únicamente de leyes que quedaron rezagadas en el tiempo, ni de comisiones electorales señaladas por su mala actuación. Se trata de algo más profundo: el secuestro de un gremio que nació para defender la libertad de expresión y que, con el paso de los años, ha sido reducido a un botín de poder en manos de unos pocos.

El Movimiento Marcelino Vega, con más de tres décadas dominando la dirección del CDP, carga sobre sus hombros la responsabilidad del deterioro visible que hoy sufre la institución. La democracia interna ha sido desplazada por prácticas sectarias y excluyentes, donde las decisiones se toman entre pocos y siempre en beneficio de un círculo reducido.

La usurpación del periodismo comienza cuando la verdad cede espacio a la conveniencia, cuando el gremio se convierte en agencia de favores y cuando la credibilidad de los periodistas se pone en juego por un carnet, una pensión o un beneficio particular. Así, se degrada no solo al gremio, sino a la profesión misma.

El país necesita un periodismo libre, crítico y responsable. No un gremio atrapado en luchas intestinas, sino un organismo que represente con dignidad a sus miembros y, sobre todo, que defienda a la sociedad frente a la manipulación, la corrupción y la desinformación. Esa es la verdadera misión del periodismo.

No es con discursos vacíos ni con promesas de reformas superficiales como se rescatará al CDP. Es con una renovación moral y ética, con la decisión firme de romper con el clientelismo interno y con la práctica de usar la organización como trampolín político o personal.

El verdadero enemigo del periodista no está en otra plancha ni en otra corriente gremial, sino en la pérdida de credibilidad. Cuando la sociedad percibe que los periodistas callan ante la corrupción o se prestan al juego de intereses, el periodismo pierde su razón de ser.

Defender el periodismo es defender la verdad, aunque incomode; es ejercer la crítica, aunque duela; es proteger la democracia, aunque cueste. Lo contrario, es traicionar la esencia de una profesión que no nació para acomodarse, sino para incomodar a los poderosos y servir al pueblo.

Es lamentable que mientras el Movimiento Marcelino Vega y La Convergencia pierden el tiempo en discursos de usurpación de la profesión, el verdadero periodismo se desvanece en el olvido. Se deja a un lado la esencia de lo que siempre fue “el único vespertino llamado La Noticia”, así como la memoria de uno de los periodistas más valientes que ha tenido el país en los momentos más difíciles: los doce años de Joaquín Balaguer. Bonaparte Gautreaux Piñeyro nunca habló de usurpación, de egoísmos ni de obsesión contra quienes opinaban en los medios de comunicación. Todo lo contrario, supo integrarse, ser parte y dignificar con coraje la misión de informar, aun en medio de la represión y la censura.

Pero no podemos olvidar que la libertad de expresión no pertenece solo al periodista profesional. El pueblo, mediante el uso de las redes sociales, ejerce hoy un derecho legítimo: comunicar, denunciar, opinar y difundir sus ideas sin pedir permiso a nadie. Ese derecho inalienable no puede ser limitado por gremios, ni por partidos, ni por gobiernos que pretendan callar la voz ciudadana. El periodismo no se hereda ni se compra. No se
negocia ni se acomoda en mesas de pactos sectarios. El periodismo se ejerce, se honra y se defiende.

danielpuerie@gmail.com