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Trump en la ONU: soberanía nacional o aislamiento global

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Por Daniel Santana – 24/09/2025

Donald Trump volvió a sacudir al mundo con un discurso en la Asamblea General de la ONU que fue todo menos diplomático. Habló sin filtros, con frases duras y provocadoras que dividen a unos y entusiasman a otros. En un escenario donde la mayoría de líderes llama a la unidad y a la cooperación, Trump levantó la bandera de la confrontación y la soberanía absoluta.

Con un tono desafiante, calificó el cambio climático como “el mayor engaño de la historia”. Atacó directamente a científicos y organismos internacionales, acusándolos de inventar predicciones falsas que solo frenan la economía. Ese golpe frontal al consenso mundial muestra hasta qué punto su visión choca con la agenda global.

El tema migratorio fue otro de sus blancos. Con la mirada puesta en Europa, aseguró que “la migración descontrolada arruina países”. No habló de cifras ni de realidades humanitarias; habló de fronteras cerradas, de orden y de identidad nacional. Su mensaje fue claro: los que permiten flujos masivos de migrantes están condenando a sus pueblos.

Tampoco perdonó a la ONU. La acusó de ser un organismo “ineficaz”, lleno de declaraciones que nunca se aplican. Según Trump, mientras los burócratas se sientan en Nueva York a escribir documentos, las guerras y las crisis siguen golpeando al mundo. Y para demostrar su “eficacia”, aseguró que ha resuelto siete conflictos internacionales en apenas siete meses. Una afirmación que, sin pruebas concretas, suena más a propaganda que a realidad.

Su visión del mundo es sencilla, pero radical: los organismos internacionales no deben dictar cómo viven los pueblos. “Los globalistas no deciden por las naciones”, proclamó, desatando aplausos de algunos y silencios incómodos de muchos otros en la sala.

Sobre los conflictos internacionales, Trump dejó un mensaje doble. Por un lado, rechazó con fuerza el reconocimiento de Palestina, calificándolo de “premio al terrorismo de Hamás”. Por el otro, ofreció respaldo total a Ucrania en su derecho a recuperar los territorios arrebatados por Rusia. Una combinación que refleja selectividad en su manera de defender principios.

El estilo fue, como siempre, incendiario. Trump no teme ridiculizar ni a sus adversarios ni a las instituciones. Usó frases como “sus países se van al infierno” y “los que hacen predicciones estúpidas destruyen el futuro”. Incluso aprovechó problemas técnicos —un teleprompter dañado y una escalera mecánica que falló— para ironizar sobre la debilidad de los sistemas actuales.

Pero más allá del espectáculo, hay un cálculo político claro. Trump habló en la ONU pensando en su base electoral en Estados Unidos. Cada palabra buscó fortalecer su imagen de líder fuerte, independiente, dispuesto a desafiar a los poderosos del mundo. En otras palabras: hizo política local desde el podio más internacional que existe.

La pregunta es: ¿a qué precio? Al negar el cambio climático, Trump se enfrenta al consenso científico que advierte sobre el futuro del planeta. Al despreciar la migración, ignora dramas humanos que no desaparecerán cerrando fronteras. Y al atacar a la ONU, debilita la única mesa donde casi todos los países aún pueden dialogar, por frágil que sea.

El dilema que plantea su discurso es profundo: ¿puede el mundo sobrevivir a las grandes crisis si cada nación se encierra en su propio interés? La soberanía es un derecho, pero los problemas del siglo XXI no conocen fronteras. Pandemias, guerras, crisis ambientales y migraciones masivas no se resuelven con muros ni discursos duros.

Trump ha dejado claro que no viene a cooperar, sino a confrontar. Su mensaje tiene coherencia y arrastra multitudes, pero encierra un peligro: el de un mundo dividido, sin consensos, donde cada país pelea solo contra amenazas que son globales.

El presidente norteamericano ha hablado, y con fuerza. Ahora el resto del mundo debe decidir: ¿seguiremos el camino del aislamiento y la confrontación, o apostaremos por la cooperación y la unidad? Esa es la verdadera batalla que empieza después del discurso.